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Ocuparse de lo enigmático de un instrumento sin desentenderse de su naturaleza, experimentar con el sonido que genera ese instrumento, sus posibilidades estéticas, política o mágicas, es la más primigenia de las búsquedas de un arte sonoro. En ese ahondar entre el lugar y el instrumento, en la búsqueda de esa voz propia que vibra dentro de cada instrumento criollo, encontramos la huella por el que transita el arte de Claudio Hernán Guzmán.

En esa exploración, el trabajo de Claudio Hernán Guzmán (Buenos Aires, 1979) participa tanto de lo folclórico como de lo ancestral, al referirse a lugares de nuestra geografía y de nuestra cultura que poseen una resonancia particular, social y comunitaria, donde se permite al sonido alumbrar el destino de montes, aves, cerros, arroyos, y piedras. Pero al mismo tiempo, la huella por la que transita el arte de Claudio Hernán Guzmán no olvida que se camina en presente, y con el pasado siempre junto a uno. 

 

Y es así que en su camino la tradición y la técnica de los instrumentos criollos se revisitan con gestos del ambient, el noise, y la electrónica minimalista. Pues así entendemos su acción de poner en primer plano al ruido y al desgaste de los materiales fonográficos como un terreno expresivo a reivindicar tanto para el noise como para nuestro folklore.

Todo eso recorre lo sonoro que indaga Claudio Hernán Guzmán creando obras que en el mismo instante en que suenan rescatarán y conversarán con las obras de nuestra tradición, y como en un cassette de tape loop encontraremos en esas pequeñas muestras de la música un oficio sanador, una artesanía de reproducción analógica, nunca realmente igual a sí misma.

Texto por Julio Kaegi

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